Los ciudadanos ilustres de la Ciudad de Buenos Aires - 1973
Borges-Leloir-Fangio
según
Ernesto Sábato
"Observo
largamente esta fotografía, examino rasgos, gestos contenidos o latentes y
pienso que serían necesarias muchas páginas para decir lo que sugiere, lo que
se adivina o puede imaginarse de esos tres destinos tan dispares y sin embargo
convergentes hasta este momento en que fueron retratados juntos.
Qué los ha llevado hasta ese instante? Estas
meditaciones, como digo, serían largas de exponer, y aquí apenas podré dar
algunos indicios. Y advirtiendo que en este momento crucial, todo implica
inevitablemente cavilación sobre el destino de la patria, sobre esta Argentina
que todavía no sabemos qué es y cuya esencia es aún motivo de ásperas
discrepancias".
Juan Manuel Fangio - Quíntuple Campeón del Mundo de F1
"He aquí por
ejemplo, a este modesto hijo de inmigrantes, a este "nuevo argentino"
que apareció, cuando los antepasados de los otros dos ya se habían hecho
nación, algunos con sus libros y leyes, otros con lanza y sable de caballería.
Contemplo a ese
hijo de labradores italianos, cuyo rostro podría sin embargo haber sido el de
un senador romano (pónganle la toga, imagínenlo en el peristilo del Senado,
quizá esperando a César). Hay en su cara una especie de bonhomía azurra, los
residuos de muchos años de lucha, de alguien que ha visto la vida y sobre todo
la muerte, demasiado de cerca y demasiadas veces, que ha alcanzado esa ataraxia
de los sabios que han meditado sobre la fragilidad del triunfo y sobre la
vanidad de las coronas de laurel. Un sutilísimo y casi imperceptible pliegue en
el extremo de los labios, está como anunciando una ironía inminente o retenida
al borde de la inminencia. Es que este híbrido campesino y senador, no sólo ha
sido trabajado por las multitudes del circo, sino también por la socarronería
de la campaña bonaerense, y hay mucho en él de paisano, de "quién lo iba a decir, no? y "no se vaya a creer, don". Frases y dichos adverbiales
que atenúan los juicios excesivos absolutos, porque el hombre de Balcarce o del
Pergamino o de Bragado, sabe que la suerte es mudable y que la seca, o la
piedra o la langosta, puede sobrevenir cuando menos se lo piensa. Ese hombre,
en fin, formado en la escuela de la escasez, paciente y laborioso como buen
chacarero, seguidor y reticente, observador del viento y de los pájaros, de los
indicios del cielo, invisibles para el pueblero o el sonso o el vivo, modesto y
orgulloso a la vez, tranquilo en la adversidad y corajudo sin fanfarronería. Y
bueno, hombre; así se saca un campeón en serio, no un charlatán que le pega por
chiripa, sino un genio que gana hasta que le da la voluntad, hasta que siente
que ahí no más debe pararse, porque por eso tiene el exacto sentido del
alcance. Modelo de hombre. Quiero decir: de valores espirituales, como fe,
tenacidad, valentía, inteligencia, aguante y espíritu de observación. O hay todavía quien cree que un campeón así
se obtiene apretando el acelerador? Y por qué extrañarse entonces, como he
visto a algunos, que alguien de tal calidad espiritual esté al lado de un gran
hombre de ciencia y de un gran escritor?
Luis Federico Leloir - Premio Nobel de Quimica
"Y ahí a su lado, vemos a ese chico al
que le han puesto un traje dominguero y unos sesenta años para que no vaya a
desentonar en la ceremonia. No tiene la cara trabajada de Fangio, casi con
seguridad no ha enfrentado ni la pobreza, ni la muerte. Tiene la sonrisa de un
niño aplicado, medio raro, eso sí ("a este chico no lo podemos sacar de
los libros y de ese microscopio que le regalaron para el santo"). En
cuanto logre salir de ese salón absurdo en el que se pronuncian discursos,
correrá al laboratorio, sacará esos papeles que para ganar tiempo llevó a la
ceremonia en sus bolsillos, se pondrá el viejo guardapolvo remendado y se
sentará, con esa coquetería de sabio modesto, en una silla de paja con una pata
rota ya fotografiada por las revistas y criticada por personas razonables en la
sección carta a lectores, y aplicará el ojo al microscopio. Qué divertido es
todo eso! Esos microscopios, esos
cromosomas, esas cadenas de carbono. No importa que el mundo truene a su
alrededor, que haya guerras en el Vietnam, secuestros y torturas. Pertenece a
la misma raza -para bien o para mal- de aquel Pavlov, que cuando su asistente
llegó quince minutos tarde aduciendo que "hay una revolución rusa,
profesor", le advirtió que "fuera la última vez".
Jorge Luis Borges - El gran escritor.
"Y en fin, a su lado, mirando hacia
qué? está Jorge Luis Borges."
"Nací y al
poco tiempo empecé a escribir sobre él. Qué más puedo agregar? Tal vez podría
decir aquí, algunas de las cosas que puse como dedicatoria en mi ensayo sobre
el tango. Las vueltas que da el mundo,
Borges. Cuando yo era muchacho, en años que me parecen pertenecer a una suerte
de sueño, versos suyos me ayudaron a descubrir melancólicas bellezas de Buenos
Aires en viejas calles de barrio, en rejas y aljibes, hasta en la modesta
magia, que a la tardecita puede contemplarse en un charco de las afueras.
Luego, cuando lo
conocí personalmente, supimos conversar de esos temas porteños ya directamente,
ya con el pretexto de Schopenhauer ó Heráclito de Efeso. Años más tarde, el
rencor político nos alejó, y así como Aristóteles dice que las cosas se
diferencian en lo que se parecen, quizá podríamos decir que los hombres se
separan por lo mismo que quieren. Y
ahora, alejados como estamos -fíjense lo que son las cosas- quisiera convidarlo
con estas páginas que se me han ocurrido sobre el tango, y mucho me gustaría
que no le disgustasen. Créamelo.
Sí, nos separaron
cueles ideas sobre el destino de nuestra patria común, por eso me quedo
mirándolo con tristeza. Pensando en el Borges que quería rescatar, el poeta que
cantó a las cosas modestas y fugaces, pero humanas, un crepúsculo, un patio de
infancia, una calle de suburbio. El Borges que después de su periplo por las
filosofías y teologías en las que no cree, vuelve a este mundo menos brillante
pero en que cree; este mundo en que nacemos, amamos, sufrimos y finalmente
morimos. No esa ciudad X cualquiera en que un Red Scharlach simbólico comete
crímenes simétricos, sino esta Buenos Aires, real y concreta, sucia y
turbulenta, aborrecible y querida en que él y nosotros vivimos y padecemos.
Sí, ahí lo tienen:
parece mirar hacia adentro, quizá se piense que está contemplando laberintos en
Creta o bibliotecas en Alejandría. Pero no; como todos al final, está viendo su
infancia. Su infancia en Buenos Aires.
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